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Bienvenido a la Jubilación

¡BIENVENIDO AL MUNDO DE LOS JUBILADOS!

Creemos que no está demás felicitarnos por la maravillosa profesión que hemos elegido y disfrutamos.
Hace algún tiempo superaste la etapa de copiloto. Luego transitaste el sendero sinuoso y, a la vez, admirable del Comandante. Y ahora estás por ingresar en la máxima categoría: la del piloto jubilado.

Con el paso del tiempo tomamos conciencia de que todo tiene un límite y que, por lo tanto, “nada es para siempre”. La vida humana funciona con un combustible que no es eterno y lo llamamos – el factor tiempo -.

Sin dejar de ser joven, ya tenés la edad suficiente como para volver la mirada hacia atrás y hacer un balance del camino recorrido. Es también el tiempo que nos permite reflexionar sobre todo lo realizado, los personajes y las circunstancias que fueron llenando cada episodio de tu vida, los imprevistos, los momentos difíciles, los días de alegría y las infinitas situaciones que podrían haber sido distintas y, tal vez, habrían modificado el rumbo de tu trayectoria por el planeta.

Quizás los éxitos obtenidos no hayan compensado los sacrificios, el esfuerzo, la ansiedad o el desaliento, ni siquiera en lo económico; pero creo que, si tuviéramos la posibilidad de volver a empezar, haríamos lo mismo.

Según las estadísticas, en Argentina, entre los años 1960 y 1990 la población menor de veinticinco años creció apenas un 13 %, en tanto que los mayores de sesenta y cinco años aumentó un 89% y, a su vez, los mayores de ochenta y cinco creció un 231 %. Este aumento de la proporción de mayores en la población generó dos problemas significativos: una marcada sobrecarga para la seguridad social y una incertidumbre sobre su futuro. Es por esto último que jubilarse no es un simple trámite ni un paso sencillo.
Aunque se haya fantaseado mucho durante los últimos años de la vida profesional, la llegada de ese momento en que las obligaciones desaparecen y una apacible libertad pasa a ocupar la cotidianeidad del sujeto, no es raro que cuando el momento del retiro se aproxima, todo empiece a teñirse de incertidumbre pues, todo cambio importante genera inquietudes. Esta angustia toma diversas formas:

  • Aparece el temor por la disminución de los ingresos que ya no serán los de antes, y el avance grande o chico de la inflación que, ante la crónica indiferencia de las autoridades y la falta de movilidad adecuada de las prestaciones, tornan dudoso el futuro financiero familiar, que poco a poco irá debilitando el anterior estilo de vida y sus comodidades. Esta inseguridad económica suele combinarse con el descenso en la autoestima, naciendo con ello la idea de que la población de pasivos constituyen una carga para la sociedad.
  • El tiempo libre puede parecer excesivo al comienzo y hasta se empieza a sentir una anticipada nostalgia por los horarios, los vuelos, el simulador, los cursos y todas las rutinas y los espacios de poder que antes manejaba.

De haber sido un piloto respetado, al no tener una actividad planificada de antemano, el flamante pasivo pasará a transformarse en una variedad de desocupado. Es un cambio indudablemente abrupto. Acostumbrados a seguir normas, horarios y ciertos privilegios que ahora desaparecen; brota una íntima sensación de vacuedad y desvalorización pues, dicen los sociólogos: “Jubilarse, en nuestra cultura, es someterse a integrar los sectores excluidos de los intereses sociales”. Pero no siempre es así. Hay quien conoce el secreto de saber programar sus actividades personales evitando angustias y depresión.

La familia también sufre los cambios. El tripulante que hasta ahora adoptaba la figura de un visitante que está unos días en casa y vuelve a partir, es ahora una persona que llegó para quedarse y que trata de buscar su ubicación en la casa. Es el que observa el living como si lo viera por primera vez. Y que a poco comienza a ver que la convivencia con la familia, en el día a día, no es algo tan sencillo estando diariamente en casa. Esto conlleva un esfuerzo de su parte para integrarse a los hábitos familiares y a los pequeños detalles en que, hasta ahora, no participaba.
Desde el punto de vista económico no debemos olvidar que, en muchos casos, desde enero de 1994 comenzaron a surgir las “jubilaciones anticipadas”, ya sea por el cambio de la Ley o por las propuestas ofrecidas por las empresas para retirarse. Estos nuevos jubilados de entre cincuenta y sesenta años, dejaron la actividad súbitamente, recibiendo un capital que les permitía la posibilidad de invertir en nuevos negocios que, en algunos casos excepcionales ya los venían preparando, y ahora servirían como un modo de dar continuidad a su vida activa hasta el momento en que sintieran verdaderos deseos de llamarse a sosiego.

Hay muchos camaradas, a quienes puede generarles cierto grado de ansiedad el no saber cómo invertir ese capital de vida útil que nos queda por delante. Sabido es que, tomado con la debida anticipación, ese enorme caudal de tiempo disponible, puede ser una inmejorable oportunidad para repensar y/o decidir aquella actividad o aspiración que venías postergando desde tiempo atrás. Lo ideal es planificar el retiro, mirar hacia adentro y descubrir qué actividad tiene uno ganas de realizar. Lo interesante sería una tarea que genere placer y le dé sentido a la vida. Que, si fuese rentada tanto mejor, dado que mejoraría la economía siempre amenazada del jubilado. Pero… ¡cuidado con habituarse a la inactividad, pues lo único que se logra con ella es acelerar la muerte! La recomendación más simple es:
¡Lo único que no hay que hacer, es NO hacer nada!
Luego de pasar treinta años o más en una línea aérea, donde los pilotos desarrollan una actividad que les exige un alto nivel de dedicación y entrenamiento (simuladores, cursos de repaso, etc), además de su programa de vuelos; difícilmente les quede tiempo para capacitarse en otros campos o desarrollar emprendimientos alternativos.
Para las empresas aéreas del resto del mundo, el piloto al que le llega la hora del retiro constituye una pieza valiosa por el caudal de su experiencia y le ofrecen ocupar puestos claves en la compañía dado que conocen a fondo los puntos débiles de la misma. En nuestro país, esa experiencia es desperdiciada. Y los pilotos jóvenes sorprenden por su avidez de ocupar cargos y volar menos. Las compañías, se limitan a registrar el índice de ocupación de los vuelos, en mejorar las tarifas y en cambiar algunos horarios en el verano.
Para el piloto, si no tiene pensado de antemano algo a lo cual dedicarse, bajar definitivamente del avión, equivale a dar un salto al vacío. Hay que reconocer que dedicar el tiempo a lo que uno prefiera es un verdadero privilegio.
¡LA ELECCIÓN ES TUYA!